Miércoles 23 de junio: Fresnal de Buñol

Del BLOG BTT en la Comunitat Valenciana. Texto y fotos: jM Almerich

Una de las mejores maneras de aprovechar una tarde a comienzos del verano es visitar el Fresnal de Buñol. Este paraje, declarado microreserva de flora, está considerado como uno de los últimos bosques bien estructurados que quedan en la provincia de Valencia.

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Cuando hablamos de bosque mediterráneo, o bosques estructurados, nos estamos refiriendo a aquellos que todavía conservan la totalidad de especies botánicas que configurarían un bosque en buen estado con poca o nula intervención humana, es decir, aquellos que conservan la casi totalidad de plantas que, interrelacionadas entre ellas, forman un ecosistema.

Este es el caso del Fresnal de Buñol, un paraje excepcional situado a la altura del Rebollar (Requena) pero perteneciente al término municipal de Buñol.


Entre las riqueza botánica que podemos observar se encuentra el fresno de flor (fraxinus ornus) cuya abundancia de este árbol da nombre al paraje, y muy escaso en el resto de la Comunidad Valenciana ya que es una especie propia de climas húmedos, el arce (acer opalus), la sabina negral, el roble o quejigo y algunos ejemplares dispersos de castaños.



A poco que nos fijemos en la vegetación nos daremos cuenta de que estamos en un lugar excepcional, con una vegetación poco habitual que destaca mucho más en otoño cuando los caducifolios empiezan a tener color. El pino carrasco, especie invasora y proveniente de repoblaciones anteriores, sigue dominando en su mayor parte todo el barranco del Fresnal, pero poco a poco, y con la atención a la que este lugar está sometido, el fresno va de nuevo ganando terreno hasta colonizar ya laderas enteras.


Si esta recuparación sigue a este ritmo, y el hombre no interviene para nada, sino más bien para mejorar su estado como ha ocurrido en la murta de Alzira, en pocos años tendremos un enclave muy parecido al estado original que presentaría hace siglos. Emilio Laguna, biólogo e investigador, creador de las microreservas de flora, realizó un completísimo estudio del barranco del Fresnal y la rambla del Quixal, llegando a contabilizar más de seiscientas especies distintas de plantas, algunas de gran valor testimonial y numerosos endemismos iberolevantinos.



Nuestra propuesta es partir de la Fuente de san Luis en la población de Buñol, y seguir en ascenso hasta el collado Umán y collado de Maricardete. Otra opción es salir de la gasolinera que se ubica junto a la carretera nacional III en dirección a Madrid, y cuyo desvío surge una vez rebasado el portillo de Buñol y antes de llegar a la aldea de El Rebollar.

Desde allí, una preciosa pista forestal asciende hacia el collado Umán siguiendo un antiguo camino a tramos empedrado, y perfectamente trazado por las antiguas brigadas forestales de repoblación. La dirección que en todo momento indica, incluso desde la carretera, es Las Moratillas, Fuente Umbría.

Una vez rebasada la granja Meteor, donde siguen todavía albergándose ganado ovino y caprino, podemos seguir de frente y alcanzar tras una subida y el collado, la Fuente Umbría, o desviarnos una vez pasada la granja hacia la Carrasca, una masía de grandes dimensiones cuyo nombre proviene de una enorme encina que hay poco antes de llegar, para seguir por un camino interesantísimo y solitario, en buen estado pero estrecho, ideal para la bici porque no permite el paso de ningún otro tipo de vehículo.

Tras un mirador de reciente construcción, donde se puede observar el punto de confluencia de las ramblas del Fresnal y del Quixal, casi en su punto más alto, seguiremos en descenso con mucho cuidado para acceder, con todo el respeto que se merece, al corazón del paraje, uno de los lugares más solitarios y encantadores que tenemos cercanos a la urbe.

Es muy posible, como nos ha ocurrido algunas veces, que nos tropecemos de frente con alguna cabra montés o alguna pareja de muflones, cuya procedencia está justificada por la relativa cercanía de la muela de Cortes y la sierra Martés, ya que no hay discontinuidad forestal desde el macizo del Caroig hasta los montes de Buñol, un extraordinario y salvaje territorio, abrupto y solitario en extremo, cuyo acceso es recomendable hacerlo siempre acompañado por algún experto conocedor de la zona.

Siguiendo el camino que circula por el centro del barranco, podremos acceder sin perder de vista las marcas del GR-7, a la casa de las Moratillas, construída en 1914 como base para la repoblación forestal de principios del siglo XX. La casa posee varias dependencias y es de grandes dimensiones.

Frente a ella, unas explanadas cimentadas en terrazas eran destinadas a la recogida de agua en algibes y un helipuerto. Allí también se encuentra el que probablemente sea el madroño de mayor tamaño de toda la provincia. Desde allí podemos ya volver por la pista hacia Fuente Umbría y bajar por el collado Uman de nuevo a la gasolinera o a Buñol, según desde donde hayamos partido, y si pretendemos alargar más las excursión podemos bajar por el camino en dirección a Hortunas y antes de llegar a la Casa del Coronel, remontar por una pista en fuerte pendiente para alcanzar la cumbre del Malacara, una de las cimas más altas de todo el conjunto.

Desde allí, junto a una casa en ruinas, la orientación es fácil si no entra la niebla, para volver de nuevo al collado Uman y bajar a los coches. Esta zona cercana y gran desconocida por los valencianos, fue durante muchos años denominada "la suiza valenciana" por aquellos periodistas y escritores de turismo que ensalzaban el interior valenciano frente a la costa.

En los años cincuenta comenzaron a redescubrirse estos parajes hasta que volvieron a caer en el olvido y solamente ahora, por la sensibilidad social y el interés que suscita el patrimonio natural valenciano de interior, vuelven a ser valorados en su justa medida.

Durante muchos siglos este complejo nudo de montañas, perteneciente a las últimas estribaciones del sistema ibérico antes de romper en el reborde de la meseta hacia la costa, fueron el refugio de fugitivos y bandoleros. Alla por los siglos XVII y XVIII, cuando el viaje a Madrid en diligencia duraba siete días, a veces eran asaltadas por los bandoleros a su paso por el portillo de Buñol, entonces un paso peligroso y casi infranqueable.

Una vez habían cometido sus fechorías, los bandoleros se refugiaban en estos montes donde dificilmente les encontrarían. Protegidos por las abruptas e inaccesibles montañas, siguieron comentiendo sus fechorias hasta bien entrado el siglo XIX.

Por eso muchas de sus montañas tienen nombres de fugitivos; malacara, el Pintao, el Maltés... Nombres que evocan leyendas de inquietudes y temores, de una época insegura en el interior, e insegura en la costa por la presencia de piratas.Ahora estas montañas las recorremos por puro placer, disfrutando de lo mejor de su paisaje, sus extraordinarias vistas y su bien conservada vegetación.

Porque la bicicleta de montaña, una vez más, nos permitirá adentrarnos, sin alterarlos, a los paisajes más sublimes de nuestra naturaleza. Así son las excursiones por nuestras montañas, un regalo del paisaje a nuestros sentidos, un lujo, como no, tener estos lugares tan cercanos, y al alcance de una tarde de verano.

Texto y fotos: jM Almerich

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